Hoy día estamos asistiendo a una caída radical por el interés de la filosofía. Esto se debe a que hay, al menos en España y en gran parte de occidente, la creencia establecida de que lo que no se puede ver, tocar o comprobar empíricamente, aquello que no puede darnos una mejora material, es inservible. Esto contrasta con la creencia de muchas personas de un más allá y de la rica cultura de la videncia. En muchos casos tampoco hay un interés o una gran credibilidad en el “mundo mágico” pero si existe una precaución incluso por los escépticos. A esto se me puede objetar que la cultura mágica es mucho más antigua; la ciencia contemporánea, más poderosa, es más actual aún y su fuerza es indudable y sí, siempre ha habido curiosidad por describir, entender y predecir en el mundo que nos rodea (también la filosofía surgió con la intención de entenderlo) mas la complejidad de los métodos actuales no ha podido existir desde siempre, del mismo modo que la filosofía surgió en una rica cultura en un momento de mayor progreso. Ya no es el simple “antes y después” de la magia, sino una serie de causas más complejas como diría Ignacio Falgeras.
La filosofía siempre fue un modo de poner los pies en la realidad ya que en su origen se trataba de encontrar una explicación válida para todos, en un mundo en el que cada cultura daba su explicación mítica y mágica de la realidad incompatibles en muchos aspectos unas de otras. Siempre ha sido integradora y cobra más sentido cuando hay otro con quien confrontar o sintetizar las ideas y teorías.
Esta disciplina es también empírica y práctica aportando mucho a profesiones como puede ser el caso de los recursos humanos. Tampoco es descabellado que un Licenciado en filosofía trabaje en servicios sociales, que participe en investigaciones de todo tipo, que colabore en múltiples fundaciones.
La filosofía puede aportar una gran variedad de ideas en todos los ámbitos, especialmente en los nuevos campos que surgen donde las ideas no están aún bien definidas. Sin duda una reflexión puede llevar a una mejor organización y a establecer unas bases que en principio no se pueden alcanzar sino es mediante el pensamiento creador. Muchas ideas que se aportan racionalmente a partir de estas bases podrán luego mostrar su viabilidad científica o no, lo que llevará a cambiarlas y/o a mejorarlas.
Por otro lado la filosofía sigue teniendo una gran fuerza integradora permitiendo la discusión entre distintos ámbitos científicos cuyos lenguajes pueden ser en algunos casos inconmensurables. A veces surgen nuevos campos de estudio o aportaciones para resolver problemas ya existentes.
La ciencia usa métodos más rigurosos, pero no es infalible, la cultura humanística (no sólo la filosofía) puede ser una gran aportación para que el mundo no sea algo deshumanizado, para un constante fluir de ideas, para una ciencia más cercana. Prueba de este acercamiento efectivo son nuevas disciplinas como la usabilidad que busca productos más fácil de usar para las personas o la ergonomía que trata de hacer más adecuado (más ergonómico), más adaptado a los seres humanos todo aquello que nos rodea y que utilizamos. Por ejemplo un asiento más cómodo y más adecuado para una actividad determinada sin que acabemos con dolor de espalda. En este tipo de tareas intervienen materias como son la psicología, la filosofía, la física, la ingeniería y un largo etcétera. Al fin y al cabo estamos asistiendo a un progreso o un cambio, regido por la nueva vida cultural, en el modo de combinar nuestras inteligencias especializadas que en la prehistoria estaban separadas, como bien diría Steven Mithen, por qué no también nuevas combinaciones de disciplinas para una infinidad de campos.
El famoso profesor Mitsuo Nagamachi y su ingeniería emocional (Kansei) es una gran prueba de todo esto. Su ingeniería trata de encontrar objetos que gusten a la gente, también productos que no hagan sentir como una “patata” a personas con discapacidad o con necesidades especiales, que los compremos u obtengamos porque nos gustan o lo necesitamos no porque han sabido engatusarnos.
En España más del noventa por ciento de las empresas son Pymes, en muchas de ellas la filosofía no tiene ninguna utilidad, para que engañarnos, tampoco es la única disciplina que encuentra limitaciones en este sentido. Siempre nos quedarán los países nórdicos sobre los que me dicen –no sé si mito o realidad- que le dan mayor importancia a la filosofía (y probablemente a todas las materias en general). En la medida de lo posible hay que encontrar el valor en todo aquello que hacemos.
Renovarse o morir, esa es la cuestión. Algunos me criticarán que la filosofía no debe ser empírica y práctica –a pesar de la fuerte influencia que tiene la filosofía Analítica en el mundo anglosajón-, que rompería su esencia, pero lo que es limitador es ignorar su amplio abanico de posibilidades. No sólo es educativa, existe, por ejemplo, un campo práctico de gran importancia que es la ética, al cual me estoy dedicando profesionalmente en la actualidad y del que hablaré más largo y tendido en otro momento, sin descartar nunca otros muchos temas en los que también participo; es, sin lugar a dudas, una disciplina con una gran transversalidad.